Los Cómplices de Lance Armstrong

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Mucha tinta ha corrido ya sobre Lance Armstrong y su uso de fármacos para incrementar su desempeño físico. En mayor o menor medida, todos nos sentimos traicionados, incluso los que no son asiduos al ciclismo y los que no siguieron su meteórica conquista del Tour de France. Que si defraudó a propios y extraños, que si de ser un héroe para chicos y chicas se ha convertido en un sórdido ejemplo de lo que no se debe de hacer, que si sus patrocinadores lo están demandando por el daño que esto le ha causado a su imagen.

En el fondo, todo se resume a ese sentimiento que todos conocimos en el patio de la escuela cuando un compañerito hacía trampa: el sentimiento de así no se vale.

Y, sin embargo, de la Amaury Sport Organization y la Unión Internacional de Ciclismo, ni una palabra.

Armstrong ganó el Tour de France siete veces. Siete. Veces. No se trata de un deportista que en una competencia local hizo trampa y lo cacharon y ya. No. Se trata de un deportista que, ayudado por fármacos, ganó la competencia más importante de su deporte en el mundo, que antes de ganarla tuvo que haber participado en las eliminatorias, que durante eliminatorias y competencia tuvo que haberse sometido a múltiples pruebas de dopaje en las que, como el Monje Loco, nadie supo, nadie vio, nadie dijo nada. Todo esto, siete veces.

Eso solo puede ser producto de una de dos cosas: (1) la incompetencia de las autoridades deportivas en la aplicación de controles de dopaje o (2) la complicidad de esas mismas autoridades para taparle el ojo al macho. Las dos son siniestras y tienen consecuencias terribles.

A los que creen en las teorías de la conspiración y los complots, la complicidad de las autoridades les resulta la explicación más convincente. Aquí tenemos un muchacho que no era nadie, que superó el cáncer y que se montó a una bicicleta para lograrlo, carismático además y triunfador. Caray, hasta fue novio de Sheryl Crowe (si usted, queridos lectora y lector, no sabe quién es Sheryl Crowe busque su música, le va gustar). Éste muchacho Lance ha traído más afición al deporte y espectadores a la competencia de las jamás soñadas. ¿Ah, qué se dopá? No importa, hombre. Genera dinero. Ya después le quitamos las medallas.

El otro supuesto es más espeluznante aún. La incompetencia en el dopaje es inaceptable. No por los millones de dólares en juego, no, sino porque pone en riesgo la salud de los participantes y desnivela la cancha para todos. Si los incentivos para hacer las cosas bien no están alineados con los resultados y las autoridades deportivas son complacientes, el deporte está condenado al fracaso.

Habrá que ver, entonces, qué fue lo que pasó aquí. A Lance le han retirado ya sus medallas. ¿A las autoridades las llamará alguien a la línea?

Alberto Mansur.
Abogado

Corte da Manotazo a Censores y Buenas Conciencias

En mayo de 2011 el gobierno de Sinaloa hizo gala de sus convicciones totalitarias y al más puro estilo de aquí mando yo porque puedo y porque si, prohibió los narcocorridos bajo el siempre útil argumento de que enaltecen «criminales, conductas antisociales y/o actividades ilícitas”.

Y es que a los habitantes de la tierra del Chapo y el chilorio no les basta la impunidad con la que se mueven los capos, las grandes mansiones que todos saben donde están (todos menos la autoridad, claro), las imponentes camionetas que circulan por todos lados llenas de gente con costosos relojes y ostentosas joyas; no, nada de esto les basta para animares a entrarle a la maña. Lo que necesitan para convencerse es un narcocorrido.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación no compartió esta inquietud del gobierno y echo para abajo la prohibición de los narcocorridos, o corridos sobre el crimen, en bares, cantinas y centros nocturnos de la entidad, declarando inválido el Reglamento de la Ley Sobre Operación y Funcionamiento de Establecimientos Destinados a la Producción, Distribución, Venta y Consumo de Bebidas Alcohólicas.

Los ministros señalaron que el decreto emitido en mayo de 2011 por el gobernador Mario López Valdez es inconstitucional debido a que “se excedió en el ejercicio de sus atribuciones” tomando decisiones que le corresponden al Poder Legislativo del estado.

Aunque no fue lo que motivó el fallo, la decisión es un golpe a las buenas conciencias que se empeñan en decidir por los ciudadanos lo que está bien o mal que escuchen, lean, vean o piensen.

Bajo el criterio de las autoridades de Sinaloa la Cucaracha o el mismísimo himno nacional deberían prohibirse pues ambas son obras de violencia que enaltecen criminales, conductas antisociales y/o actividades ilícitas. La primera el consumo de marihuana, el segundo la guerra.

Siempre he creído que el censor, al censurar, tiene más miedo de lo que lo censurado despierta en él que de lo que despierta en los demás; como el león que los cree a todos de su misma condición.

Es fácil renunciar a la libertad en aras de la seguridad, pero un pueblo que lo hace no es ni libre ni seguro.

Alberto Mansur.
Abogado

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