El Honorable Congreso de la Unión tuvo a bien, en su infinita sabiduría, herir de muerte a la libertad de expresión en nuestro país. Lo hizo al amordazar a los medios masivos de comunicación como lo son la radio y la televisión y su pretexto para ello fue el favorito de los estados totalitarios: el abuso del derecho por los particulares.

El Senado preparó y votó una reforma a la ley de amparo para ajustarla al nuevo marco constitucional y la mandó a la Cámara de Diputados para que ésta hiciera lo propio. De paso, aprovecharon para eliminar la suspensión del acto reclamado para los concesionarios de radio y televisión -entre otros que no son materia de éste trabajo.

Ahora, de aprobar los senadores los pequeños cambios que hicieron los diputados, lo que es previsible, y de promulgar se la ley por el presidente, lo que también es previsible, los concesionarios de radio y televisión estarán a la merced y capricho del gobierno.

Imaginemos una conductora de radio incómoda para el gobierno. Incomoda por sus posiciones ideológicas, por la información a la que tiene acceso y que hace pública desde su micrófono, incomoda por las preguntas que hace y, sobre todo, por la audiencia que tiene. Imaginemos también un manotazo en la mesa, un ya basta de un presidente que se siente agraviado por ella.

Supongamos que éste presidente cita al dueño de la estación de radio para pedirle que la retire del aire y el dueño se niega, no sólo porque la conductora es negocio sino porque le parece una aberración que el presidente le dicte los contenidos de su medio de comunicacion. Termina la cita entre presidente y dueño.

Al día siguiente, el Ejecutivo decide revocar la concesión de radio aludida, aduciendo el pretexto o razón que mejor le parezca. Hoy, antes de que entre en vigor la reforma ya votada, el dueño de la estación puede solicitar un amparo y obtener una suspensión del acto para que, mientras los tribunales deciden si es un acto de autoridad legítimo o un acto autoritario del Estado, él pueda seguir con su negocio y la conductora al aire. Después de la reforma, ya no se podrá.

Es, en los hechos, una ley mordaza. Publica y difunde lo que yo quiera o perderás tu concesión. Ya para cuando se resuelva el amparo, el negocio dejara de ser viable y el medio incómodo habrá desaparecido.

De ese tamaño es la reforma a la Ley de Amparo.

Hoy son los medios de comunicación los que están en peligro. Mañana podemos ser usted y yo.

Alberto Mansur.
Abogado.

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