Odio a la selección nacional de fútbol. La odio, como diría el ratón Crispin, con odio jarocho. Y la odio mediocre.
México es un país con más de 100 millones de habitantes. También es un país que no tiene una sola cuadra, un solo patio de escuela, un solo vecindario en el que no se juegue una cascarita una vez a la semana.
El fútbol es nuestro deporte nacional.
Tenemos 18 equipos de primera división que juegan 2 torneos al año y, según un artículo publicado en el diario El Economista (marzo 11, 2010), el fútbol mexicano produce 89,551 millones de pesos anualmente que representa 0.7% del PIB.
Según el mismo artículo, los 89,551 millones que mueve el futbol mexicano se desglosan en: patrocinios, traspasos, taquilla y derechos de televisión. El dinero que produce y mueve el balompié era mucho más del doble del presupuesto estatal del estado de Guanajuato en 2010 (40,523 millones de pesos), superaba al de Jalisco (61,184 millones); se construirían 101 nuevos estadios como el de Guadalajara y alcanzaría para organizar una Copa del Mundo.
Y con todo eso, no hay 11 personas que lo jueguen bien.
Si, si, ya sé. Nuestra actual selección ganó las Olimpiadas. ¿Y eso qué? Hoy es muy probable que México no clasifique para ir al Mundial y eso que su clasificación es en la CONCACAF. Y no, no es que los muchachos están atravesando una mala racha (que si lo están) ni tampoco que el Chepo sea un mal DT (que si lo es). El problema es estructural.
Empecemos por ahí, por la CONCACAF. Ésta fue una federación diseñada especialmente para que México tuviera asegurado año con año su pase al Mundial. Los rivales son débiles, de países con poca o nula tradición o cantera futbolista y con suficientes pases para repartir. México se mide con rivales mediocres y su resultado es también mediocre.
Si México se jugará su clasificación con las selecciones de la Conmebol otro gallo cantaría. Jugaríamos contra lo mejor que tiene que ofrecer el continente, contra los que repetidamente han sido campeones del mundo. No tendríamos asegurado el pase pero nuestro desempeño mejoraría, nos esforzaríamos, seríamos mejores y nos obligaríamos a sacar la casta y la garra, a apostar el todo a ganar.
En cambio hemos preferido la complacencia de la mediocridad y por eso, ya ni nuestro pase asegurado ni nada. Nos hemos vuelto uno más de la CONCACAF y estamos pagando el precio.