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Éste primero de enero se vendió en Colorado la primera onza de marihuana para uso recreativo con todas las de la ley. Sólo en ese primer día las ventas alcanzaron un millón de dólares. Es el principio del fin de una prohibición absurda que no acabó con el consumo pero que dio a luz a generaciones de ratas cañeras que hicieron fortunas incalculables.

A las buenas conciencias les ofende ya no la legalización, siquiera la discusión al respecto les causa urticaria. Que si prohibiéndola se protege a los niños, que si es la puerta de entrada o el trampolín a otras drogas, que uno se vuelve adicto al estado que genera, que el que le entra a la mota le entra duro y macizo. Caray, lo mismo podría decirse del alcohol y el tabaco pero sobre eso no se oye ni el cantar de las cigarras.

Entre 1920 y 1933 los gringos hicieron el experimento de prohibir el alcohol. La genial idea resultó en la consolidación y fortalecimiento de la Mafia, la proliferación de bares clandestinos, ríos de sangre en la lucha por el control de mercados y territorios entre bandas rivales, policías y funcionarios corroídos por la corrupción, el surgimiento de autoridades paralelas a las del Estado, carretadas de dinero entregadas a las iglesias para lavar conciencias y a funcionarios para hacerla de tío Lolo y millones y millones de dinero público tirado al caño en perseguir una causa en la que ni sus perseguidores creían.

¿Y el consumo? Ese bien gracias. En los años que duró la prohibición de alcohol, nadie que haya querido una copa se quedó sin tomarla. Nadie.

¿Le suena familiar? Debería. Uno creería que tan prístino ejemplo serviría para que los gobiernos entendieran de una vez por todas que no pueden meterse en los gustos –vicios si se quiere– de la gente. El que va a consumir, va a consumir; llámese tabaco, cafeína, alcohol o marihuana. Lo mismo ocurre con la prostitución y el juego. Para todo esto hay una gran demanda y, como el gobierno tiene una actitud de falsa moralina, es el crimen organizado el que ha puesto la oferta.

Si Kodak ya no produce rollo fotográfico no es porque no quiera sino porque nadie lo compra. Si Absolut sigue vendiendo vodka es porque sabe que hay un mercado para su producto. Lo mismo sabía la Mafia en USA durante la prohibición. Lo mismo sabe el Chapo hoy. También lo sabe el gobierno pero prefiere hacer de avestruz y esperar que el problema desaparezca sólo.

La realidad es que la prohibición no sirve de nada más que para engrosar los bolsillos de los criminales y de sus socios, cómplices y empleados –dentro y fuera del gobierno.

Hoy en día, uno de cada quince adolescentes en Estados Unidos consume marihuana (aquí no hay cifras), por no hablar de los adultos. El que sea ilegal no ha hecho que su consumo baje, lo único que ha logrado es que quien la quiera tenga que pagar un precio más caro por comprar un producto de dudosa calidad, haciéndolo de forma clandestina y entrando en contacto con elementos criminales que han hecho fortunas de la escasez artificial que la ilegalidad genera en el mercado.

Ojo: se estima que el mercado actual de marihuana legal en Estados Unidos –si, ese de marihuana medicinal– es una industria de más de mil millones de dólares y que, tan sólo en el 2014, con su legalización actual en Colorado y Washington y la que está por venir en Alaska, California y Oregon, llegará a más de dos mil millones de dólares. Leyó usted bien: Marihuana legal = mercado de USD$2,000,000,000. Todos esos ceros y un buen pedazo de ellos se pagará de impuestos, allá, claro.

Además, en Colorado al menos, no están haciendo las cosas al ahí se va ni con el ojo puesto en donde hincar el diente. Los dueños de los expendios tienen que pasar pruebas de control, investigación de antecedentes penales, estar al corriente en el pago de impuestos, instalar sistemas de inventariado y seguridad y crecer ellos al menos el 70% del producto que venden, comprando el resto a productores certificados.

Además, se limita la cantidad que puede venderse y sólo pueden comprar mayores de 21 años, igual que el alcohol. De hecho, la idea es tratar a la marihuana como parte de esa industria. Controles, restricciones e impuestos similares. No se sorprenda usted de que las compañías que hoy venden y distribuyen cerveza, whisky o ron, también le entren al negocio. Ya tienen el caminito andado de una sustancia que era prohibida y que ahora ya es permitida.

Aquí deberíamos dejar de taparle el ojo al macho y abrir la puerta. Legalizar y reglamentar la producción, venta y consumo de marihuana no tiene desperdicio y en el Distrito Federal está por discutirse una ley al respecto, discusión que promete rasgamiento de vestiduras por todos lados.

De entrada, sería un golpe al narco más contundente que todos los que se le han dado. Imagínese usted el boquete que le haría a sus finanzas el que su producto de mayor venta y más sencilla producción entre al mercado de la formalidad.

De la mano estaría la baja en los índices delictivos. ¿Cuantas personas dejarían de ir a la cárcel por posesión? ¿Cuantos que están presos por eso quedarían libres? ¿Qué necesidad tendría uno de acercarse al narco del barrio cuando puede comprar un churro en la farmacia? Ya no hablemos de ¿para qué corromper al policía de la cuadra, al Ministerio Público, al político o funcionario para obtener protección y permiso para vender lo que ya sería legal. Como diría Juan Gabriel, ¿Pero qué necesidad? ¿Para qué tanto problema?

Luego viene la lana, la que el gobierno se ahorraría en dejar de perseguir inútilmente algo con lo que no puede acabar, la que el mismo gobierno recaudaría de impuestos como hoy le hinca el diente al tabaco y el alcohol, la que se derramaría a la economía al crear trabajos, plantas, centros de distribución, puntos de venta; todo dentro de la economía formal.

Nosotros le entramos a esto de prohibir la marihuana para hacer comparsa a los gringos pero ahora resulta que los gringos ya lo pensaron mejor. Uruguay ya decidió que ellos ya no quieren pagar los costos de una guerra absurda y prefieren cobrar las utilidades de un mercado productivo.

¿Y México para cuando, eh? Parece que ya pronto.

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