Ministros y Corte que hicieron Patria.
El lunes se despidieron los Ministros Sánchez Cordero y Silva Meza. Ayer se despertaron, por primera vez en 20 años, siendo solo Olga y Juan.

Solo Olga y Juan. Si, aja.

Nunca serán, nunca podrán ser, solo Olga y Juan. México les debe mucho como para que sean solo Olga y Juan.

No llegaron por el mejor camino. La recomposición e integración de la Corte en el ’95 fue un genuino golpe de Estado por parte de Zedillo. Sin gritos, ni balas, ni muertos; de terciopelo, pero un golpe de Estado al fin de cuentas.

Y sin embargo, los Ministros Sánchez Cordero y Silva Meza, junto con toda esa Corte de la Novena y Décima Epocas, hicieron Patria. También historia.

El inicio de su ministerio por la Corte coincidió con el mío como estudiante de derecho, tiempo en el que me interesaban más mis compañeras, los conciertos y sacar buenas notas (como si con eso último me iba yo a hacer buen abogado) que el prestar atención a los recién estrenados ministros.   

Recuerdo, si, más tarde, aquellas resoluciones a finales de los noventas que declararon legal el cobro de intereses compuestos (que la ley expresamente prohibía) y recuerdo también que, al preguntarle el por qué de la decisión a mi padre, éste me dijo, —Alberto, la Corte tiene que, a veces, tomar en cuenta cuestiones metajurídicas al momento de resolver.  Declarar ilegal el anatocismo es quebrar al país y eso la Corte no lo va a hacer, sería una irresponsabilidad de su parte.

El tiempo le dio la razón, a mi padre y a la Corte.

Durante mi vida profesional he visto a la Corte ser una Corte de la cuál me siento orgulloso, aunque no siempre coincido con lo que resuelven ni cómo lo resuelven.  Mucho de ese orgullo viene del desempeño de los Ministros Sánchez Cordero y Silva Meza. Tanto en sus votaciones como en sus proyectos, avanzaron la construcción de un régimen de derecho liberal, velaron por la consolidación del debido proceso, la garantía de los derechos humanos y la apertura en cuanto a la aplicación de la Constitución.  

No es poca cosa en un país como el nuestro.

En el litigio civil y mercantil no es frecuente que mis asuntos lleguen a la Corte, casi todos terminan resolviéndose ante un Tribunal Colegiado de Circuito. Las pocas veces que he representado justiciables ante la Primera Sala he quedado, siempre, gratamente sorprendido, aún cuando no me han dado la razón. 

De Silva Meza sé poco.  Pasó por todos los niveles del Poder Judicial, desde secretario, juez, magistrado, hasta presidente de la Corte. Quizas su actuación por la que pasará a la historia es en una de las resoluciones más importantes de la Corte. En julio del 2011, logró integrar a la mayoría y aprobaron la restricción del fuero militar en casos que involucren violaciones a derechos humanos de civiles.

Este fallo derivó de la revisión, por parte del pleno de la Corte, de la sentencia que emitió en agosto del 2009 la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra México, al que declaró responsable por la desaparición forzada del activista Rosendo Radilla a manos de militares, allá en 1974.

De Sánchez Cordero sé un poco más por la amistad que une desde niños a su hermano Jorge con mi padre.  Fue la primera notaria pública, por oposición, en el Distrito Federal, notaría que ocupó de 1984 a 1993. Después fue magistrada en el Tribunal Superior de Justicia del DF hasta el año de 1995 cuando fue designada Ministra.

En la Corte, Sánchez Cordero brilló.

Como dijo el Ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, “la ministra Sánchez Cordero ha sido una voz a favor de las mujeres en esta Corte por casi 21 años, gran defensora de los derechos humanos y —hablo por esta sala— se le va a extrañar mucho señora ministra”.  

Y si, se le va a extrañar. 

Ella adoptó la bandera de la defensa de los derechos fundamentales y su participación fue clave en temas de protección de niñez, debido proceso, defensa de las mujeres en situación de violencia, matrimonios homosexuales, la compensación al cónyuge que cuida del hogar en el divorcio, la legalización de la mariguana, la adopción por parejas del mismo sexo.  En todo ello ella fue pieza clave.

Los dos, Olga y Juan, dejan zapatos difíciles de llenar.  Espero que sus sucesores, que no sus reemplazos, estén a la altura.

 

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