Un día que vivirá en la infamia. Así describió Roosvelt el 7 de diciembre de 1941, tras el ataque a Pearl Harbor. Así recordaré el 31 de agosto de 2016, el día en que Peña traicionó a México y a mi.
Guardo aquí la fecha, puntual y precisa, para que no se me olvide a mi, para que no se le olvide a mis hijas tampoco, el día en que Enrique Peña Nieto, mi Presidente, mi empleado al que le pago entre otras cosas por representarme ante el mundo, trajo a Hitler a mi casa, lo transportó en mi helicóptero, lo sentó en mi mesa, le compartió mi pan, mi sal, mi vino.
MI VINO, el mío, carajo.
El invitado de mi empleado me ha insultado. Me ha llamado asesino y violador. Me ha dicho que no soy bienvenido en su casa. Me ha amenazado con construir un muro entre él y yo, a mi costa, para dejarme fuera. Me ha culpado sin razón de todos los males que le aquejan. Ha amenazado a mis hermanos. Ha hecho las calles más inseguras para ellos y para mi.
Y mi empleado le ha dado mi vino, mis pantuflas, mi mesa. Así me ha pagado mi empleado.
–Alberto, no es para tanto. Trump no es Hitler –podrías decir. Podrías decirlo y estarías equivocado.
La visión de Trump es una de xenofobia, es la retórica del odio, del miedo, de la intolerancia.
Trump le habla a ese monstruo verde que todos tenemos dentro y lo nutre de esa necesidad de culpar a quien sea de los problemas, excepto al tipo que nos saluda todos los días al lavarnos los dientes.
Igual que Hitler.
Es la receta alemana de 1933 traída a los Estados Unidos del 2016. La incitación a la violencia y al odio racial. La supuesta gloria perdida que él va a recuperar. El discurso de guerra. La vanidad. Los métodos de intimidación a sus disidentes. La invitación a que se golpee con impunidad a quienes se manifiestan en su contra. La apología de los actos violentos perpetrados por su invitación. La sugerencia a sus seguidores de matar a su contrincante. TODO ESTÁ AHÍ.
Todo, incluída la cobardía de los demás.
Peña Nieto es un cobarde, como lo fueron Chamberlain y Petain. No está solo. Su gabinete entero lo acompaña.
¿Dónde estuvieron ayer los civiles Osorio, Ruiz Massieu, Meade, Nuño, Videgaray? ¿Dónde los militares Cienfuegos, Soberon y Mondragón? ¿Dónde están sus renuncias el día de hoy?
Ayer su jefe invitó a Masiosare a cagarse en México y ninguno de ellos fue para decir públicamente –Esto está mal–. Ninguno ha sido para decir –Yo no puedo seguir colaborando con éste traidor, aquí está mi renuncia–. Ninguno. Todos calladitos. El hueso es el hueso.
De Santa Anna nos acordamos 150 años despues por haber cedido más de la mitad de México, lo que hoy son los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, y partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.
De Peña nos acordaremos por haber cedido la totalidad de las nalgas.
«Todos calladitos. El hueso es el hueso.» Claro.
Hay alguien? Quien puede ayudar? Porque como en otros países no lo echamos? Quien se atreve? Donde esta el valiente que nos guiará? De donde o por quien esta sostenido? Donde esta su fuerza, porque por supuesto tendría que estar unida a la inteligencia y el carece de ella? Antes, Peña Nieto me daba pena, vergüenza, ira ahora me da pánico. El por si solo no toma ese tipo de decisiones, porque es obvio que es una soga al cuello, debe de estar movido por hilos. Que podemos esperar, que? Vamos a esperar?
no sé si estaremos pagando un karma con este sujeto, me pregunto? Cuál fue nuestro error? O el de nuestros padres? Quien no conoce su pasado está dispuesto a repetirlo…leyendo el laberinto de la soledad de Don Tavo que tiene más de 50 años que fue escrito las cosas no han cambiado… Seguimos siendo ese mexicano de espíritu chingativo y solo cuando nosotros en verdad queramos cambiaremos o algo tan fuerte nos hará cambiar…