Para mi el 2016 fue un buen año. Tengo mucho que agradecer en éste ciclo que termina. 

Si, tuvo sus sinsabores (todavía no me repongo de que haya ganado Trump y cuantos grandes de la música se fueron, Arjona ahí sigue), pero siempre he preferido contar mis bendiciones que fijarme en lo que me hace daño. 

Lo primero, lo más, es que mis seres queridos y yo estamos aquí, sanos, salvos, bebiendo aún del vino de la vida. Ya con eso va uno de gane. 

Éste año vio la luz Lo que mata no es la bala, mi hija de papel y tinta que tanto esfuerzo me costó y de la que estoy tan orgulloso. Saberla en el mundo, en las manos de propios y extraños me llena de emoción. 

Profesionalmente fue un año muy satisfactorio. Casos interesantes, nuevos clientes, muchas victorias y una que otra derrota que como duelen, pero enseñan. En esto de ser abogado, nadie tiene 1000 de bateo, pero es tan bonito que hasta cuando se pierde, se gana experiencia. 

Hablando de bateo: ¡ganaron los Cubs! ¡Ganaron los pinches Cubs! Saludos a la cabra. 

Me siento afortunado. Cierro el año contento, con el corazón lleno de amor por mi esposa, mis hijas, mis padres, mis hermanos, mis sobrinos, mis cuñados, mis suegros, mis amigos, mis socios, mis hermanos que nacieron en otra casa y de otros padres, mis clientes, adversarios, mis lectores y hasta para mis malquerientes. 

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