Te admiro, chilango.

No te conozco, y te admiro.

Nos conocemos desde hace tiempo, y te admiro.

Si, te admiro.

Te admiro mucho.


Porque estas en la calle sacando sobrevivientes entre las ruinas.

Porque estás acarreando escombro y cascajo.


Ah, ese café por la noche que repartiste que supo a gloria.

La sopa que trajiste es la primera comida caliente que algunos comen en días.

El albergue, las cocinas, la terapia gratuita; son bálsamo que protege al cuerpo pero que alimentan el alma.


El impermeable que pusiste sobre sus hombros bajo la lluvia para que pudiera llevar las medicinas.

Los arneses, los cascos, los guantes, las cuerdas y líneas de vida que salvan vidas, que tejen vidas.


Y la lana. Esa lana que donaste y que sirvió para comprar todo y tanto de lo que ha hecho falta y que servirá para ayudar cuando todos los que están en la calle hayan vuelto a sus casa, a sus trabajos, a sus familias, a sus vidas.

Te admiro porque eres joven, porque eres viejo, porque andas en dos o en cuatro patas o en en tres o en ruedas, porque eres ella y eres él, porque eres empresaria o soldado o albañil o estudiante policía o doctor o ama de casa o papá soltero o abogada o electricista o violinista o paramédico o ingeniera o pintor o escultora o cocinero o…


Te admiro porque te rifas. 

Te rifas cabrón y tupido. Te rifas cuando llegas fresco a ayudar y te rifas cuando llevas tres horas de sueño en los mismos tres días. 

Te rifas, chilango, te rifas ¿y yo? Yo te admiro.

A %d blogueros les gusta esto: