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Macabim jazak; Jazak ve’matz

Teníamos años de no reunirnos. Ayer, una fiesta fue el catalizador que nos juntó de nuevo. No era una fiesta cualquiera. Eran los 50 años de Macabi Hatzair, el movimiento juvenil en el que hace tanto nos encontramos y nos escogimos como hermanos.

Macabi fue determinante en la vida de todos nosotros. En mi caso fue donde lo extraordinario era cosa de todos los días, donde aprendí juegos como hoyitos y burro 16 que sólo los macabeos sabemos jugar, donde fantaseaba a ser Rambo, donde podía escalar una montaña solo para ver desde arriba el campamento cubierto de nubes.

Macabi fue, sobre todo, donde encontré a los amigos de toda la vida.

La vida se encargó de desperdigarnos en nuestros caminos. La universidad, el trabajo, las parejas, los hijos; los hilos todos con los que tejemos lo que vamos siendo, que nos acerca a unos y nos aleja de otros.

Y ayer todos como si nada.

Nos reencontramos como los que no se han despedido. Las bromas, los chistes, las anécdotas y las risas de antes; el cariño de siempre. Retomamos nuestras conversaciones casi en el mismo enunciado en que las dejamos.

Unos, yo por ejemplo, con pelo de menos y kilos de más, otras más guapas de lo que eran cuando se tomaron las fotografías que hoy adornan la pared, pero todos somos los mismos. El tiempo ha dejado en nuestros rostros la marca de su paso pero nuestra amistad es tan fresca como el agua del río y los abrazos que nos damos son, si acaso, más limpios y sinceros que hace años.

Ayer fue nuestra noche, la noche de los macabeos de ayer y hoy. Fue la noche de los amigos de siempre.

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