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Hoy una amiga preguntó sobre las ventajas de ser mamá sobre ser tía. Yo, obviamente, no soy mamá pero si puedo decir las recompensas que para mi ha significado ser papá:

La más grande es el amor que me llena por dentro. Ese amor es un sol que todo lo ilumina sin deslumbrar, que todo calienta sin quemar, que acaricia mi piel y las fibras más sensibles de mi ser.

Lo sé, la descripción es poética y poco práctica pero así también es el amor.

Se dirá que uno también ama a sus sobrinos y es cierto. Yo amo a mis sobrinos, a mi esposa, a mis padres, a mis hermanos; pero a cada uno lo amo, si bien con la misma intensidad, de una manera diferente.

El amor por los hijos es uno que no se conoce hasta que se vive y es incomparable con cualquier otro que yo haya sentido, ayer u hoy.

Además, para mi, el amor hacia mis hijas ha sido un motor de energía infinita. Me impulsa a ser la mejor versión de mi que puedo ser, a darles un ejemplo digno de ellas, a hacer todo lo que esté en mis manos para que lleven una vida plena, llena de felicidad y risas.

Ser papá es llenarme el alma de verlas crecer.

Es la dicha de encontrarlas sonriendo al oler una flor, descubrirlas bailando con su sombra al son que llevan por dentro, enséñales a hablar y aprender a escuchar, tirarte al pasto a bautizar estrellas, prestar tu barriga para que sirva de instrumento musical o de almohada, según merezca la ocasión.

Es ayudarlas a caminar y correr toda la vida detrás de ellas.

Siempre me supe un hijo muy querido pero no fue hasta que el padre fui yo que descubrí la infinita inmensidad de ese amor y esa es otra ventaja de ser papá, redescubrir el amor de tus padres.

Sentir la piel chinita cuando escuche por primera vez el latido de su corazón, llenar el ojo de lágrima cuando las sentí patear el vientre de mi esposa, soñar despierto la noche entera tras conocer el resultado de la prueba de embarazo, sentir el abrazo que significa su mano toda rodeando un dedo de la mía; son cosas que sólo se viven al ser papá.

Yo soy su papá y lo seré toda su vida, aún después de la mía. Les pertenezco a sabiendas de que ellas sólo se pertenecen a sí mismas y de que es un momento breve aquel en el que me sé el hombre de sus vidas.

Y así está bien.

Mostrarles como usar sus alas para alcanzar sus sueños es, creo yo, la mejor recompensa de ser su papá.

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