Ayer murió mi amigo Berele. Lo he dicho antes, es raro que la Flaca llegue con previa cita.
El caso de Berele no fue la excepción. Apenas el domingo, a las 14:44, comentó una publicación en Facebook diciendo “Jajajajaj yo escuche la leyenda de que todos los caminos entroncan en La Concha!!”
Hoy ya no está. Hoy ni como preguntarle qué chingados era la Concha.
No voy a escribir aquí lo buena persona que era ni como siempre llevaba una sonrisa puesta y una mano amiga lista; eso todos lo sabemos. Voy a contar algunas cosas.
A Berele lo conocí cuando el tenía 7 u 8 años, yo tendría 15 o 16 o algo así. Fue en Macabi, como casi todo lo bueno que me pasó en esa época de mi vida.
Lo recuerdo perfecto. Estábamos de campamento, yo enseñaba a mis janijim cómo hacer un As de Guía cuando se acercó un niño un año menor que ellos. Vestía shorts verdes, camisa negra y boina roja, llevaba un cuchillo que le colgaba de la cintura al talón y dijo -¿puedo ver?
-¿Y ese cuchillo?
-Mi madrij me deja. ¿Puedo ver?
Berele hizo más que ver. Aprendió todo y al día siguiente hizo su examen para el primer escudo de scoutismo. Fue el mejor.
Un sábado habíamos organizado un ataque con globos de agua. Llegué con el mío para estrellarlo junto a él y me dijó -¡No! Si me mojas me enfermo y mi mamá ya no me va a dejar venir.
Me convenció y me fui con mi globo a otra parte. Minutos después lo vi tirarse con ropa a la alberca. -¿qué pasó? ¿No q te enfermabas?
-Solo si tu me mojabas -dijo entre risas. Después me salpicó.
Como esa hay muchas, todas de Macabi. Su último comentario en Facebook también lo fue. La famosa concha era en referencia a un mítico cuarto escudo de scoutismo macabeo del que se reían él, su hermano Sergio, Yair Goldfeder y Jonathan Sulkin.
Pasaron los años y nos fuimos de Macabi. Yo me hice abogado, él se hizo chef (tal vez para seguir haciendo creaciones mágicas como el steikin chaquetori, la pipí sagrada de Dios o el pan de leñador, tal vez para hacer felices a las personas a través del paladar, no lo sé).
Cuando se fue a Cabo quedamos mil veces de reunirnos allá, nunca lo hicimos, nunca lo haremos ya.
Ahora voy a extrañarlo como se extraña aquello que no sabía uno le haría falta. Jazak ve’matz Berele.